Estuvimos en Viña un Día: 2010, de la fiesta del Bicentenario a la tragedia del Terremoto
En esta oportunidad, recordamos un Festival que lo tuvo todo para ser una verdadera fiesta, a propósito del Bicentenario de la Nación (con Paul Anka como uno de sus protagonistas), pero que sin embargo tuvo que lidiar con un terremoto apenas terminó la penúltima jornada.
La nota es de Emilio Freixas.
Seguimos nuestro recorrido por los últimos 12 años del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar a partir de nuestra propia experiencia y llegamos a una versión que muchos preferirían olvidar y no precisamente por el show.
Y es que lo que debía ser una verdadera fiesta en torno al Bicentenario de la Nación, pasó a teñirse de tragedia la madrugada de aquel fatídico 27 de febrero de 2010, jornada que coincidió con el término de la penúltima noche de festival en el escenario de la Quinta Vergara.
Pero antes de revivir los efectos de una jornada que muchos quisieran olvidar, debemos partir desde el comienzo.
El Festival en Alta Definición
Probablemente no todos lo hayan dimensionado en su momento, pero en 2010 el Festival vivió uno de los hitos más grandes de su historia. Y es que ese año, el certamen se emitió por primera vez íntegramente en alta definición, un acontecimiento comparable con la llegada del color a la Quinta Vergara en 1978.
Claro, tal vez no todos se percataron porque después de todo la Ley de Televisión Digital Terrestre fue promulgada en 2014. Sin embargo, el mayor evento artístico del país estuvo disponible, según publicamos en aquella oportunidad, para los suscriptores de la empresa VTR «(…)que tienen la caja Dbox pro y un plasma o LCD, así como los que tienen contratado el plan básico y que tengan un televisor con sintonizador digital, aunque no corresponda a la norma japonesa».
Según declaró el director del certamen en aquel entonces, Cristian San Miguel, “Si bien no será una transmisión que pueda ser apreciada por todos los televidentes, de todos modos van a notar una diferencia en sus televisores, porque en términos generales, la transmisión será de una calidad óptica superior”. Desde esa perspectiva, el evento ya de por sí prometía ser único.
Entre «Monstruos» se entienden
Armar un show balanceado y que sea del gusto de todos, es una tarea extremadamente difícil tratándose del Festival de Viña del Mar, no sólo por las características del certamen, sino que también está sujeto a la disponibilidad de la agenda de los propios artistas, un hecho no siempre comprendido por el público.
Y si en años anteriores los artistas anglos destacaron por su calidad, en 2010 casi se produjo el efecto contrario, ya que el único exponente anglo en aquella oportunidad fue el canadiense Paul Anka, quien haciendo gala de un repertorio probado, demostró por qué sigue manteniéndose vigente tras medio siglo de exitosa trayectoria. Sencillamente un lujo de artista comparable con la presentación de Tom Jones en 2007.
Y si ya contar con Paul Anka era un lujo, sumar al mítico Raphael no sólo era algo imperdible, sino que también ratificaría el vínculo del español con el «Monstruo». No en vano, «er niño» debe ser uno de los artistas que más veces se ha presentado en la Quinta Vergara (1982, 1987, 2005, 2010, 2014 y 2019). Claro, entre «Monstruos» se entienden.
¿Y el resto del cartel?
Con semejantes pedazos de artistas, el resto del cartel pareciera ser injustamente mirado en menos. Ya que entre los artistas latinos figuraban, con distinto desempeño entre si, la banda mexicana Reik, la ex-RBD Anahí (que protagonizó una de las presentaciones más bochornosas que se recuerden en la Quinta Vergara), la banda argentina Miranda!, el guatemalteco Ricardo Arjona y la colombiana Fanny Lu. Lo anterior si consideramos los artistas que alcanzaron a presentarse antes del terremoto del 27 de febrero. Entre los chilenos, en tanto, figuraron Américo y el grupo La Noche, que se repetiría el plato tras presentarse con éxito el año anterior (2009) en el mismo escenario.
El humor no se prestó para riesgos innecesarios y quedó a cargo de los experimentados Coco Legrand y «Bombo» Fica.
Finalmente, siguiendo la tónica de años anteriores, el reggaeton estuvo a cargo de los puertorriqueños Don Omar y Tito El Bambino, los cuales estuvieron al debe en esta pasada, tomando en consideración que el primero ya tuvo un paso previo en 2007, mientras que el segundo se dedicó durante buena parte del show a pedir a gritos los premios, algo que no fue aprobado siquiera por los fans que lo fueron a ver.
Y la tierra comenzó a moverse…
Lo decíamos al comienzo de la nota: Viña tenía todos los ingredientes para ser una fiesta como cada año. Sin embargo, un terremoto de magnitud 8,8 grados Richter sacudió a la zona centro-sur del país aquella fatídica madrugada del 27 de febrero. No fue sino con las primeras luces del día que recién pudo apreciarse en toda su magnitud los efectos del movimiento telúrico.
Fue en ese contexto que se tomó la decisión de cancelar la sexta y última noche de Festival, ya que producto del terremoto mismo se reportaron desprendimientos de la estructura del anfiteatro de la Quinta Vergara, por lo que las condiciones no eran las apropiadas desde el punto de vista de la seguridad de los asistentes como de la propia prensa acreditada en la Ciudad Jardin, además de los hechos producto de contingencia misma que demandaban todos los recursos que estuviesen disponibles en ese momento.
Personalmente, la vimos muy barata ese año. Ya que la falta de información relacionada con el terremoto fue tal durante la madrugada, que un grupo de comunicadores (entre los que estábamos nosotros) sencillamente hicimos guardia a la intemperie en plena Avenida Valparaíso, sin saber que en las costas de la Región del Bio-Bio, la llamada «zona cero» del terremoto, se vio afectada además de un tsunami. Es más, en el caso puntual de las costas de Valparaíso se reportó un alza de 1,7 metros en el nivel oceánico.
Afortunadamente, no tuvimos desgracias que lamentar entre los equipos de prensa que aún permanecían en Viña del Mar hasta que se pudo normalizar la salida de buses en dirección a Santiago 48 horas después. Una experiencia que, definitivamente, no se cuenta dos veces.