Expertos dictaminarán si el poeta chileno Pablo Neruda murió envenenado
Un equipo de expertos judiciales y forenses empezó a finales de enero una reunión decisiva para determinar si el premio Nobel murió envenenado o a causa del cáncer de próstata que padecía.
Cuando los forenses abrieron por primera vez el féretro con los restos del poeta chileno Pablo Neruda y tomaron las primeras muestras en 2013 para indagar la tesis sobre un posible asesinato por envenenamiento del premio Nobel de Literatura, fallecido a escasos 12 días del golpe de Estado de Augusto Pinochet contra Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, no vieron nada anormal.
Pero al profundizar en el análisis del material en la osamenta, descubrieron que el escritor, amigo de Salvador Allende, y que falleció en una clínica privada de Santiago donde se trataba un cáncer de próstata, tenía alojada una bacteria, la ‘Clostridium botulínico’.
Pasaron cinco años y un proceso judicial en curso a cargo del Ministerio Público chileno y el Poder Judicial para que los patólogos forenses llegaran a determinar que esa bacteria y no el cáncer ocasionó la muerte del poeta nacido en 1904.
Neruda, autor de «Veinte poemas de amor y una canción desesperada», recibió en 1971 el máximo galardón de las letras, el Premio Nobel de Literatura, y se convirtió en voz referente del Chile democrático con el primer gobierno socialista encabezado por Salvador Allende.
El viernes 3 de febrero, cuando se esperaba que el equipo forense presentara el informe con su veredicto, la máxima instancia judicial de Chile aplazó por causas de “falta de conexión a Internet del equipo de forenses” el informe con el dictamen que se sabrá en una fecha “aún no determinada”.
La escritora y sobrina de Salvador Allende, Isabel Allende, ha relatado que las sospechas sobre la muerte del poeta tomaron fuerza luego que la justicia chilena llegara a la conclusión que el expresidente socialdemócrata (1964 – 1970) Eduardo Frei Montalva fue asesinado en 1982, en la misma clínica donde murió Neruda, por una bacteria similar, mientras se recuperaba de una cirugía menor en ese centro asistencial.
La justicia condenó en 2019 a seis involucrados en la conspiración que cegó la vida del exmandatario, entre estos un exfuncionario de la Central Nacional de Informaciones (CNI), el exchofer del político opositor y cuatro médicos del centro que incubaron el agente bacteriológico en la clínica Santa María, tras una intervención quirúrgica.
“De ahí surge la sospecha de que lo mismo le haya pasado a Neruda, porque si Neruda hubiera vivido, se habría ido al exilio. El mismo día del golpe, todos los países del mundo le estaban ofreciendo asilo político a Pablo Neruda. Llegaron telegramas de todas partes ofreciendo sacarlo del país y recibirlo. Entonces, él hubiera sido una voz muy fuerte contra la dictadura, una voz contra el ejército, es muy posible que hayan decidido eliminarlo”, dijo Isabel Allende en una entrevista años atrás, cuando el caso tomó un nuevo impulso.
A puerta cerrada
Con el acumulado de pruebas realizadas en varias exploraciones al cuerpo del poeta, el equipo de expertos de varios países se alejó para discutir en profundidad cada una de las posibilidades que encierra el caso.
Antes de iniciar la encerrona el 24 de enero para llegar al informe científico decisivo, el juez coordinador nacional de derechos humanos Mario Carroza le dijo a la prensa que “estamos ad portas de poner término a una investigación que nos parece ha sido trascendental”.
Cuando en octubre de 2017 el equipo de expertos nacionales e internacionales determinó que no fue el cáncer que mató a Neruda, quedó entonces la duda por resolver de si la infección generalizada se debió a su cuadro clínico o si se trató de una acción deliberada dentro del centro asistencial.
Ante esa cuestión medular por resolver, el juez Carranza ha matizado que “hay que ver si efectivamente hay responsables en esa intervención, o sea, si existen esos terceros. Si esos terceros son posibles de ubicar, entonces tendrán que tomarse las decisiones que sigan relación con sus responsabilidades».
La causa se abrió en 2011, luego que el ex chofer de Neruda, Manuel Araya, denunciara que el poeta murió poco después que le aplicaran una inyección en la clínica donde estaba internado. El certificado oficial de defunción registrado el 23 de septiembre de 1973 indica que la muerte se debió a causa del cáncer de próstata, como creyeron por décadas los chilenos.
«Me da la impresión de que (los expertos) traerán conclusiones que pueden ser definitivas como para que la magistrada que hoy en día tiene a su cargo la investigación pueda tomar una determinación definitiva», dijo Carroza a la prensa.
Servicios de inteligencia han reconocido que para entonces las fuerzas armadas de Chile, que para el golpe de Estado contaron con el apoyo de la Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), ya contaban con agentes químicos y bacteriológicos que pudieron utilizar en la primera etapa de represión y eliminación de opositores.
Recuentos de defensores de derechos humanos han calculado que la dictadura de Augusto Pinochet -que duró de 1973 a 1990- dejó unos 3.200 muertos, unos 38.000 torturados y miles de desaparecidos.
Un funeral vigilado
El día en que el poeta Pablo Neruda murió, su casa, conocida como «La Chascona», al pie del cerro San Cristóbal en Santiago, fue vandalizada. Quedaron tuberías rotas, puertas y ventanas destruidas, mueblería volteada que hoy testigos de aquel hecho han considerado que pudo ser una acción planificada para evitar el velatorio del poeta.
Sin embargo, la viuda, Matilde Urrutia, quien había sacado el féretro gris de la clínica Santa María acompañada sólo por su hermana y una amiga -custodiadas por militares- decidió llevarlo a casa entre aquel caos.
Los amigos cercanos intentaron hacer un funeral como pudieron cuando los actos civiles y políticos estaban proscritos. Neruda y los suyos estaban en la lista de opositores, muchos formaban parte del Partido Comunista Chileno y otras formaciones de izquierda contrarias al régimen impuesto.
Una testigo sobreviviente, María Cabrioler, dijo en 2013 que para sorpresa, el funeral se convirtió en una catarsis y el primer llanto colectivo por Chile. Ella y su esposo, autor del libro “Funeral vigilado”, Sergio Villegas, fallecido en 2005, quien publicó en Alemania los detalles de aquel suceso, eran amigos de Neruda y su esposa.
“Se hizo todo para poder velar a Neruda en la casa, pero no había cómo ordenar nada, el agua corría por todas partes”, y cuando el cortejo fúnebre comenzó a recorrer las calles, más y más personas de todos los estratos se fueron sumando, recordó.
Se fue nutriendo la multitud de unos pocos a cientos y quizá el millar, Al llegar al cementerio, algunos empezaron a entonar lo más proscrito que podía imaginarse en aquellos días de sosobra, el himno de la Internacional Socialista.
“Todo el mundo la cantó, y recordaron a Víctor Jara, que recién se lo habían entregado a Joan, su señora, con 40 y tantas balas en el cuerpo. Y luego empezaron a gritar por Allende y por el que llevaban también allí, por Pablo».
«Todos llorábamos. Cuando la gente empezaba a entonar cantos, o los gritos por Víctor Jara, uno se estremecía, porque sabía lo que había pasado. Nosotros sabíamos», relató.
La comisión de expertos tiene como límite el 9 de marzo para entregar el esperado informe científico sobre la muerte del poeta.