Los 10 hábitos más detestables de un compañero de trabajo
Las oficinas y ambientes laborales tienen de todo, pero hay algunas actitudes de los compañeros que producen poco placer y que vale la pena reseñar. Si falta alguna que debería estar, coméntenos.
Rifas; ventas de arepas y empanadas, joyas y perfumes en ‘tres cómodas cuotas’; quejas; ‘echadas’ a la guerra con el jefe y otras perlas es lo que se encuentra a diario en casi cualquier ambiente laboral, independientemente de la cultura del país.
Los siguientes son, según un paseo de Portafolio.com.co por algunos sitios web, los 10 hábitos más desesperantes y recurrentes, en orden del 10 -el menos grave- al primero, o sea aquel que más incomodidad genera.
10. ‘Hoy llego un poquito tarde’ (¿Hoy nada más?)
Llegar siempre tarde a trabajar o a las reuniones de trabajo e irse temprano es uno de los hábitos que más se presentan en las oficinas. Las excusas de siempre: incapacidad, calamidad doméstica, pago de servicios y otras ‘urgencias’ son típicas de las personas que le ‘escurren el bulto’ al trabajo con mayor frecuencia de lo normal. En este grupo se encuentran aquellos que ‘matan’ a los miembros de su familia con tal de hallar una excusa lo bastante dramática como para que se la crean en la oficina: «Uy, hermano, es que mi abuelita está grave…» es una de las más usadas.
9. ‘Están echando gente’ (Y, aparte de eso, ¿qué hay de nuevo?)
Jamás falta aquel compañero de trabajo que tiene el ‘dato secreto’ de que están recortando personal y que usted y él o ella mism@ podrían ser las próximas víctimas de la ‘guadaña’ laboral. «Es que a mí me dijo Pepita, la de personal que es amiga mía, que la empresa necesitaba ahorrar costos y que van a empezar por los más caros», diría el empleado temeroso. ¿Le suena conocida la situación?
8. ‘A $1.000 la empanada’
Está bien que uno de los compañeros venda «deliciosas empanadas», siempre y cuando no sea prohibido por la empresa (lo cual, en Colombia, en el 99 por ciento de los casos lo es); lo que no es justo para los demás es el olor a ají y cebolla que se riega por todo el recinto. Claro, hay quienes venden arepas, que no despiden tanto olor, o quienes les venden joyas y perfumes a sus compañeros. Estos personajes también se convierten en un ‘peligro’ para las dietas balanceadas de los empleados porque al fin y al cabo, ¿quién se resiste a una empanada con ají a eso de las 10 de la mañana?
7. ‘Es que estoy reuniendo platica para un vecino que se quedó sin empleo’
Un capítulo aparte merecen quienes se inventan rifas de beneficencia, empanadas bailables, primas de navidad, colectas para el uniforme de fútbol del vástago, o para un compañero casi siempre desconocido que cayó en desgracia. Dichas rifas representan, además, plata por completo perdida, pues uno jamás llega a conocer al ganador del susodicho sorteo, o con el tiempo se le olvida que tiene el tiquete en el bolsillo de la camisa y este desaparece entre las aspas de la lavadora. Dentro de esta categoría caen, por lo general cada cuatro años, los entusiastas organizadores de la ‘polla mundialista’.
6. Tufo a tabaco
Por Ley de la República, gracias a Dios, ya no se puede fumar en espacios cerrados. No obstante, el fumador carga consigo un ‘tufillo’ a tabaco impregnado en la ropa, en las manos y el aliento, que él o ella no nota, pero los demás sí. También aplica para los que se toman sus traguitos de más y llegan con el aliento alcohólico al trabajo. ‘No further comments’, como dirían los abogados de las películas.
5. ‘Me pido yo’
Nada en contra de la proactividad, siempre y cuando no se convierta en ‘croactividad’, es decir en lambonería y ‘sapería’ con los jefes. Ese individuo que se pide todas las tareas y ‘chicharrones’ para que sus superiores lo tengan en cuenta termina siendo detestado por sus compañeros. Colabore, pero no sea sapo.
6. ‘¿Me presta su esferito, porfa?’
Una, dos y hasta tres veces que uno le preste el bolígrafo al compañero del cubículo de al lado y que ‘olvide’ devolverlo está bien, pero que sea una costumbre pedir esferos, lápices, grapadoras, sacaganchos y otros elementos de oficina y que uno tenga que refrescarle la memoria para que los devuelva es inaceptable. Ni qué decir de los que tienen por costumbre ‘disparar’ por 5.000 pesos o más. «Es que eso de deberles a los pobres…», dicen quienes están acostumbrados a pedir prestado y no pagar.
5. ‘¿Aló? Mi queridísimo doctor, ¿cómo le va?
Tal vez por hacer notar que el tema de su conversación o su interlocutor son sumamente importantes, hay quienes hablan por teléfono en un nivel de decibeles bastante más elevado de lo normal para que los demás los escuchen. Y ni se diga cuando hablan por celular, en cuyo caso el volumen de su voz es más alto que por teléfono fijo.
4. ¿Quién es el de la musiquita?
Los tics son difíciles de quitar, pero los que más molestan a la gente son el ruidito con el lápiz sobre el escritorio, el taconeo insistente mientras trabajan frente al computador, el ruido con los dedos sobre la mesa, los chasquidos constantes, la risa nerviosa y todo lo que tenga que ver con sonidos no deseados por quienes comparten un mismo espacio. Aquí cabe el empleado malgeniado que golpea con vehemencia el escritorio cada vez que habla por teléfono o se le cae el sistema del computador o de la empresa.
3. Qué ‘ringtone’ tan original, pero…
Todos los sonidos de timbres de teléfono cautivan la primera vez que uno los oye, pero cuando el orgulloso dueño del móvil -y su bulla- deja que sus llamadas entrantes repiquen más veces y con más volumen de lo necesario, el tema se torna insoportable. Ideal que las personas solo usaran el modo de vibrador o un tono muy suave para no incomodar a los demás. Ya estamos cansados del ‘Hello Moto’, la música de Don Chinche, el silbido de cuando aparece la ‘mala’ en la película ‘Kill Bill’, ‘New York, New York’, ‘Sex in the city’ y, por si fuera poco, uno relativamente nuevo y de temporada: ¡Un coro de vuvuzelas! Como si no tuviéramos suficiente con las famosas corneticas de los hinchas sudafricanos cada vez que hay partido de fútbol.
2. Yo no fui
El personajillo más peligroso como compañero de trabajo puede ser aquel cuya frase predilecta es: «Yo no fui», pues con frecuencia es quien comete los errores y fabrica las ‘embarradas’ pero se sale por la tangente y no asume, lo cual deja a sus compañeros muy mal parados ante los jefes.
1. ‘Usted que todo lo sabe…’
El primer lugar de conductas insoportables en la oficina lo ocupa, según opinión muy discutible de Portafolio.com.co, aquel individuo que antes de pedir un favor o botarle a uno un chicharrón pretende inflarle el ego con «Usted que todo lo sabe…» (grrrr…). Estas personas a menudo representan un riesgo contra la eficiencia, la efectividad, la proactividad y toda buena causa que alguien se proponga lograr dentro de una oficina porque, simplemente, no lo dejan trabajar. Si de personas así está llena su oficina, ¡Que viva el teletrabajo!
Fuente: Portafolio.com.co