OPINIÓN | Lenguaje Inclusivo y Pureza del Lenguaje
Desde hace meses, es posible encontrar en redes sociales y medios de comunicación, aguerridos adalides del lenguaje en permanente vigilia para defender a su principal baluarte – la RAE – del enemigo público número uno de la pureza de la lengua de Cervantes: el lenguaje inclusivo.
No es que dicha institución requiera de ayuda: ella solita se expresa contundentemente a través de las redes sociales, afirmando que el género masculino en español funciona como neutro, haciendo referencia tanto a sujetos masculinos como femeninos. Toda vez que se utilizan expresiones como “alumnos y alumnas”, o incluso a “l@s alumn@s” (o “alumnes”), todo parece ser irritación por parte de los defensores de la sacro-santa custodia del español. Sin embargo, no deja de sorprender que no surja tanta indignación cuando la RAE admite términos como “toballa” o “cocreta”. La irritación parece algo selectiva.
El lenguaje inclusivo es considerado, por sus detractores, innecesario y pernicioso. De nada supuestamente serviría referirse permanentemente a ambos géneros, dificultando la comunicación y haciéndola mucho más engorrosa. Pero no parece que su uso sea tan innecesario. No es raro que un profesor de primer año se encuentre el primer día de clase con jóvenes alumnas quienes, preguntadas por la razón por la que desean hacer una carrera de Derecho, contesten que quieren ser “abogado” o “juez”. Raramente las estudiantes dicen que quieren ser “abogada” o “jueza”. La mayoría, literalmente, ni se imaginan que se pueda ser abogada o jueza. Así que puede que no sea tan innecesario comenzar a referirse a ambos géneros, o usar fórmulas realmente neutras.
Pero puede que el lenguaje inclusivo sea peligroso, dañino. Las dos cosas que podrían ser dañadas por su empleo serían la estética de la lengua y la comunicación. Ahora bien, no parece que el uso de fórmulas neutras o de ambos géneros dificulte ni impida la comunicación: todo el mundo entiende perfectamente cuando escribo “estimad@s lector@s”. Ni tampoco parece que sea imprudente arriesgar un poco de estética – si es que está en peligro – cuando lo que está en juego es que nuestras estudiantes piensen que pueden tomar referentes femeninos a la hora de ser abogadas, arquitectas, ingenieras o sociólogas. Arriesgamos bien poco, y podemos ganar mucho.