Opinión: Terminar con la Profitocracia
Tras 27 años de regreso a la Democracia Chile ha caído en una Profitocracia, entendido como aquel régimen de sucesivas delegaciones de poder a sus herederos quienes se hacen de un cargo político creyendo que son vitalicios y transmisibles a su infinita descendencia.
La profitocracia nacional no es sino una pseudo monarquía en que sólo participan aristócratas chilensis de rancia y dudosa estirpe, que reiteran mañosamente una y otra vez el discurso que rememora la lamentable tragedia familiar no dejando al fin descansar en paz a sus pater familias.
Entre sus principales exponentes encontramos por una parte, a las proles Allendes y Letelieres, descendencias que han sido incapaces de construirse un apellido y logros propios como tampoco avanzar hacia una verdadera reconciliación nacional.
Por otra, están aquellos herederos de proceso colonizador de apellidos casi impronunciables como Walkeres, Katzs, Edwards, Wards, entre muchos más, que en virtud de su sangre europea difícilmente podrán entender a los pueblos originarios respecto del simbolismo de honrar y conservar la tierra para obtener de ella lo estrictamente necesario, pues para ellos es su Mapu o Pachamama, es decir, su madre a la cual se le respeta y no sobreexplota.
A ellos se suman otros tantos que profitan -y a estas alturas parasitan- de las expectativas que alguna vez el electorado del NO les confiamos cautivados por el slogan “la alegría ya viene…” y sí pareciera que esta llegó, pero sólo para aquellos políticos que retornaron del exilio en peores condiciones que Napoleón después de su Waterloo y que a juzgar por sus repostulaciones están resueltamente decididos a enquistarse en el poder.
En este sentido, basta sólo tener en cuenta que de los actuales 120 “Honorables” -que a estas alturas formar parte del inventario de las instalaciones del Congreso-, 79 (sí, setenta y nueve) están en campaña para su reelección, ¿no será un exceso?
Tal vez nuestro problema radica en la confusión de conceptos de libertad y lealtad. Ello tomando en cuenta que Chile acaba de celebrar un nuevo aniversario de independencia, lo que en realidad no es efectivo por cuanto el Acta de Independencia Nacional (libertad) se firmó el 12 de febrero de 1818 y no el 18 de septiembre de 1810 por cuanto en esa oportunidad la Primera Junta de Gobierno juró lealtad al entonces cautivo Rey de España.
Los tiempos avanzan pero las promesas se mantienen en eso: promesas. Es fundamental abrir compuertas y dejar que las aguas corran purificando los campos para sembrar semillas nuevas, el Ciudadano de hoy está más que capacitado para renovarse a sí mismo; sin embargo no podremos ser realmente libres en tanto sigamos siendo esclavos de la ignorancia y la subyugación a los eternos encantadores de serpientes.